viernes, 26 de mayo de 2017

Taller Literario nº20 La Saga de Los Longevos, de Eva García Sáenz

Hoy trabajaremos sobre el prólogo de una novela de éxito, un trabajo que se ha permitido el lujo de estar en los primerísimos puestos en las listas de ventas de mitos y sagas y ficción histórica en Amazon.

Hablamos de La Saga de Los Longevos, de Eva García Sáenz. Un libro autopublicado, o de un indie, tal y como en el argot de la red se llama a un autor que se publica a sí mismo en una plataforma digital (no sé si exclusivamente en Amazon).

He leído más de una vez que autopublicar en Amazon, o en “webs” similares, desprestigia de por vida a un autor. Tiene sentido, ya que, publicando online, su obra se salta a la torera todos los filtros editoriales tradicionales que, se supone, están ahí para llevar al mercado solamente un material debidamente acreditado por los profesionales de las letras. Claro que… en este blog, ese tipo de obras ya han sido analizadas y les hemos encontrado pequeños (o grandes) traspiés que dejan en entredicho la fiabilidad de las cribas de los verdaderos entendidos en literatura. Por eso La Saga de Los Longevos está aquí, porque, debidamente acreditada o no, no deja de ser un trabajo literario donde se ha invertido mucho esfuerzo, algunos de ellos muy “editoriales”. Y es que tengo un montón de números que anticipar para que nos hagamos una idea de la inversión de tiempo, esfuerzo y dinero de la autora a la hora de llevar su obra al mercado.

Vamos con ellos:

La autora asegura que invirtió en su obra cuatro horas diarias durante tres años. Eso es una pasada. Es invertir mucho ímpetu y mucha ilusión, un trabajo constante y fatigoso (para quien no se imagine que escribir es un placer). Hablamos de 734 páginas, con un año previo de documentación sobre historia y genética, por ejemplo, y cursos de novela en talleres literarios. La autora habla de, nada más y nada menos, ocho borradores. Ocho correcciones profundas, donde asevera haber pulido las tramas, las subtramas, los puntos de giro, el clímax y el anticlímax, entre miles de detalles previstos y no previstos. Siete lectores de distintos perfiles fueron usados de cobayas para opinar al respecto de, se supone, el último borrador. Para colofón, la novela fue enviada a una de las editoriales más prestigiosas de España (no ha citado cuál) para una profunda corrección. Es decir, se pagó por ello, por los servicios de corrección a todos los niveles (se entiende), con la sana intención de que el producto llegara al mercado con las mismas garantías de calidad que cualquier otra obra literaria bajo el sello de las editoriales que todos conocemos. Hablamos de cuatro meses más de arduo descuartizamiento de las frases, destripando entresijos literarios de toda índole, masacrando lo escrito, ya de manos de los verdaderos expertos en el tema.

¿El resultado?

Sigamos leyendo.

En este caso, para este post, haré la “crítica literaria” antes que el examen del texto. Veamos si, después de los párrafos de la opinión personal (u opinión de un lector), la debida corrección de estilo y “mejora” del texto justifica dichas opiniones.

Empiezo mis argumentos volviendo a insistir en que la autora se preocupó de verdad en ofrecer a sus lectores lo mejor de lo mejor. Que no quede duda de eso. Dicho esto, ella misma explica que subió su trabajadísima novela a Amazon y que no vendió nada hasta que inició otra de las andaduras del indie, que es el marketing hecho por uno mismo; redes sociales, amigos, enlazar con blogueros… Tras otro sinfín de trabajo, la novela empezó a venderse. Sin embargo, en este blog nos da igual el éxito literario y nos centramos en el producto en sí. Hablar de su acreditación en el mercado solamente nos sirve para redondear la magnitud social del libro que analizamos. Y en algún momento de este post seré sincero, pero, por ahora, adelanto que, así como cualquier autor puede publicar a sus aires, todos sabemos que, a tenor de la fácil digitalización de documentos, han surgido infinidad de empresas que ofrecen sus servicios de corrección y maquetación a diestro y siniestro. Hoy, cualquiera corrige estilo, como maqueta, como traduce… y es capaz de ofrecer todo ese tipo de servicios literarios porque, obviamente, todos tenemos que comer.

Si es correcto o no dedicarte a algo para lo que no estás cualificado debería ser reclamación del cliente afectado, pero, como asimismo ya dejaré ver en este post, a veces el “cliente” es el que no está, o no quiere o no le interesa estar cualificado para apuntillar fallas en un producto que no es del todo redondo.

Aquí le tengo que dar un pequeño tirón de orejas a blogueros y lectores. La historia de La Saga de Los Longevos está genial, entretenidísima. Lo certifico por su prólogo, que despertó mi interés. Sin embargo, me gustaría poder leer de las opiniones de sus lectores que la historia les apasiona… pero no que está fenomenalmente escrita. Como ya he dicho, también lo he leído de algún bloguero: bien escrita. Incluso, para mi sorpresa, quienes puntúan al mínimo la novela (toda obra tiene sus detractores), asimismo sostienen que no les va, que no les cuadra… pero que está bien escrita.

No, no está perfectamente escrita. Se puede mejorar. Relativizaría diciendo que todo es mejorable, pero en esta novela hay una implicación realmente bárbara de profesionales de la literatura que deberían haber corregido errores de estilo o transmisión de la información fácilmente identificables. Y no es para decirle a la escritora que pida que le devuelvan el dinero, sino para felicitarla de su buena fe y de que haya sido lo suficientemente sincera como para pedir ayuda para pulir su trabajo. Eso, precisamente eso, es lo loable.

…No estoy intentando rebajar el tono del post, sino que hasta yo mismo quisiera poder disponer de un equipo de corrección y de lectores cobaya que me masacrasen los escritos. No soy inefable, pero tampoco espero que los demás lo sean. De hecho, veo más fácilmente los errores ajenos que los míos propios. Creo que es algo muy común en quienes escribimos. Al menos, a mí me pasa una barbaridad (o más de lo que desearía, para no denigrarme mucho). Y, claro, para eso pagas, para que unos ojos ajenos, debidamente formados o motivados, te pulan lo escrito.

Y cuidado, que en este caso estoy tratando a la escritora como a un cliente. Buscó a los verdaderos entendidos… y los verdaderos entendidos no la asesoraron bien. De hecho… en alguna entrevista ella cuenta que la editorial que le corrigió el texto final le aseguró que su novela ya estaba a la altura de que las editoriales de toda la vida se interesasen por su trabajo. Y aquí, justamente aquí, es cuando cambio el cariz de este post. En cuestión de calidad literaria, no veo una diferencia palpable entre La Saga de Los Longevos con la novela analizada en mi último post, la de la periodista Carme Chaparro (No soy un monstruo) y su Premio Primavera. Hablamos, para mí, de calidades equiparables.

Siguiendo este argumento, los indies están más acreditados que nunca para escribir no porque sean auténticos literatos, sino porque las grandes editoriales han bajado el listón. Su trabajo ya no es intachable. Cientos de blogueros se dedican a destripar las vanidades de esos lanzamientos de postín, muchos de ellos avalados por premios y distinciones que, poco a poco, van perdiendo el crédito que una vez tuvieron. Eso también quiere decir que La Saga de Los Longevos podría haber ganado el Premio Primavera, o El Planeta. Es mucho.

Pero… si enredo un poco más el asunto, también identifico aquí que puede que las editoriales de toda la vida se hayan dado cuenta de que el lector actual es el menos exigente del que tengamos noticia. La fácil virulencia con que se expande el marketing actual, sobre todo a nivel de redes sociales, y la gran facilidad para adquirir un producto digital desde casa (precio bajo e inmediata adquisición), se han unido a que hoy por hoy “tuiteamos” con locura y, a tanto trabajo, ya no prestamos atención a cómo escribimos… sino al contenido. Esa cultura del “todo vale”, por llamarla de alguna manera, está muy bien para nuestros dispositivos móviles, para nuestro día a día… pero el problema es que la cultura simplista parece haberse movido al interior de los libros. Al lector actual no le importa tanto el cómo, sino el qué. Todos queremos leer una historia entretenida, independiente de cómo esté escrita. Y, siguiendo esa tendencia, es obvio que cada vez somos menos exigentes con el estilo o la debida transmisión de la información literaria. Lo cogemos todo de golpe, lo amasamos en el cerebro e interpretamos lo que nos interesa.

Lástima… porque, una gran historia, grandemente contada, es doblemente grande (vaya redundancia). Empezando conque grandes clásicos también pueden ser grandes muermos, no es lo mismo el nivel literario de la novela del post actual a cómo Michael Ende (La Historia Interminable) describe la llegada de La Nada… o, dicho de otra manera, cómo un personaje de la novela “ve” La Nada, con la paradoja de que La Nada es tan nada que no puede verse (no emite, ni recibe… no está). Sugerir las cosas así, para hacernos pensar más allá de las palabras, es, para mí, la verdadera literatura… y no necesita de palabrejas ni de otras estratagemas de snob sabelotodo, presumiendo más que escribe (recordemos, quizá, a Juan Manuel de Prada).

Y, desde luego, no es para esperar que genialidades por el estilo se repitan a destajo… pero, por otro lado, no debería ocurrir que aficionados incondicionales de la literatura, pero no formados para ello, sean capaces de discutir el trabajo de los verdaderos profesionales del sector escrito. Mi queja es fundamentalmente esa, que, de alguna manera, este blog no debería existir.

Conclusión: dadas las circunstancias… nos quedamos con la historia, que, con sólo la calidad literaria, nos dormimos. Eso sí, en un futuro, quizá no muy lejano, a tenor de la tendencia actual puede que el lector ya no pueda elegir entre sorprenderse con las letras o conformarse con asimilar información transmitida de forma lineal; para entonces, la literatura ya será casi un tuiteo. Para entonces, quizá será el momento de cerrar este blog y dedicarse a otra cosa.


Claro que… pensándolo mejor, mientras este blog tenga un solo like, lo mantendré abierto y activo. habida cuenta que, aparte de querer leer grandes novelas como La Saga de Los Longevos, aún seguirá habiendo dos personas que se preocupan por el cómo se cuenta una historia y aguardan, ansiosamente, que en el rincón menos sospechado de un texto se nos regale una frase inolvidable que nos acompañe toda una vida.

En fin… ahora, a justificarse:




EXAMEN INFORMAL DEL PRÓLOGO DE LA SAGA DE LOS LONGEVOS



ORIGINAL: Me despertó la sensación angustiosa del agua saturando mis fosas nasales, colonizándome la boca e inundando la garganta, camino de los pulmones. El suelo blanco resbaló a mis pies, y me agarré desesperado a los bordes de la tina para salir a la superficie.
SUGERIDO: Me despertó la sensación angustiosa del agua saturando mis fosas nasales, colonizándome la boca e inundando la garganta, camino de los pulmones. El suelo blanco resbaló a mis pies, y me agarré desesperado a los bordes de la tina para poder salir a la superficie.

Nota: que sepamos lo que es una tina no significa que sea correcto sustituir por ella la palabra bañera, la más acertada de todas.


ORIGINAL: Por suerte el aire vino a salvarme y tosí como lo haría un anciano. Después me alcé y quedé de pie, desnudo, con el agua que por poco acaba conmigo chorreando por mi espalda.
SUGERIDO: Por suerte(,) el aire vino a salvarme y tosí como lo haría un anciano. Después me levanté y quedé de pie, desnudo, con el agua(,) que por poco acaba conmigo(,) chorreando por mi espalda.

Nota: Se suele confundir alzar con levantarse. No es lo mismo. Uno no se alza a sí mismo. Como mucho puedes “alzar una ceja”. El agua que casi acaba con el personaje se ha apartado del texto central (con comas) porque es un agua en general, no un agua específica. Si lo ponemos todo seguido parece que podríamos estar hablando de distintas clases de agua, una que lo ha intentado matar y otra que no. Este punto es complicado de entender, pero modificando la frase se evita una ambigüedad.


ORIGINAL: Entonces escuché una melodía y salté de la tina, con menos cuidado del que debía, en busca del origen de la música. Sobre el lecho de un amplio dormitorio que no reconocí, un pequeño artefacto negro y brillante se movía solo. Lo cogí y lo manoseé, sin saber muy bien qué hacer con él.
SUGERIDO: Entonces escuché una melodía y salté de la bañera, con menos cuidado del que debía, en busca del origen de la música. Sobre el lecho de un amplio dormitorio que no reconocí, un pequeño artefacto negro y brillante parecía vibrar. Lo cogí y lo inspeccioné, sin saber muy bien qué hacer con él.

Nota: Volvemos a escribir bañera porque no es necesario buscar y hasta rebuscar toda clase de sinónimos para mejorar un texto. Sigue siendo una bañera y no pasa nada. En cuanto al celular (o teléfono móvil) aún no sabemos que es tal, por lo que, si se mueve solo, como lectores necesitados de información concisa podemos imaginar cualquier cosa y éste podría estar ejecutando un movimiento de traslación por toda la estancia, o algo por el estilo. Es mejor escribir, simple y llanamente, que vibra, que es lo que suelen hacer los celulares. Por lo de “manosear”, el manoseo es una cosa distinta a coger algo desconocido del que no sabes su utilidad.


ORIGINAL: Había pictogramas grabados, uno rojo, otro verde. Experimenté, no parecía peligroso. El rojo silenciaba la música.
SUGERIDO: Había pictogramas grabados(:) uno rojo, otro verde. Experimenté… No parecía peligroso. El rojo silenciaba la música.
Nota: No se relaciona el celular con los pictogramas. Éstos podrían estar en cualquier parte de la habitación. Estas frases deben ir en el párrafo anterior, y aclarar de forma concisa que en el aparato desconocido había unos pictogramas.

ORIGINAL: —Sí, soy tu padre. Tu nombre es Urko, pero te será más útil recordar que ahora eres Iago del Castillo. Nacimos cerca de Santander, en la actual España, hace varios milenios, en una época que hoy llaman la Prehistoria. Nos referimos a nosotros mismos como longevos porque ni tú, ni yo, ni tus dos hermanos hemos envejecido nunca más allá de los treinta años, pero somos los únicos a quienes les ocurre, así que cambiamos periódicamente de lugar y de identidad para no ser descubiertos.
SUGERIDO: —Sí, soy tu padre. Tu nombre es Urko, pero te será más útil que te recuerde que ahora eres Iago del Castillo. Nacimos cerca de Santander, en la actual España, hace varios milenios, en una época que hoy llaman (Eliminado) Prehistoria. Nos referimos a nosotros mismos como longevos porque ni tú, ni yo, ni tus dos hermanos(,) hemos envejecido (eliminado) a partir de los treinta años(.) Somos las únicas personas en el mundo a quienes les ocurre esto, así que cambiamos periódicamente de lugar y de identidad para no ser descubiertos.

Nota: esta conversación, a mi entender, se realiza por parte del padre del protagonista yendo al grano de una manera quizá demasiado precipitada. Casi parece que le cuente el prólogo del libro.



ORIGINAL: —Ojo: somos longevos, no inmortales. Si te pegan un tiro, te vas al cajón, como todo hijo de vecino.
SUGERIDO: —Pero cuidado: somos longevos, no inmortales. Si te pegan un tiro (eliminado) te vas al cajón, como todo hijo de vecino.



ORIGINAL: —Para nosotros mismos, estamos tratando de aislar el gen que nos hace longevos, creemos que se trata de una mutación muy poco común, aunque esto ahora no te diga mucho. Tus hermanos, Lyra y Nagorno, están obsesionados con tener hijos que no envejezcan, aunque tú y yo no estamos de acuerdo. Nosotros, a diferencia de ellos, sí que hemos tenido alguna vez hijos longevos, no muchos, somos una rareza de la evolución, pero acabaron muriendo por sus propios errores, así que sabemos del dolor que acompaña a esas pérdidas. Ellos todavía no lo entienden.
SUGERIDO: —Para nosotros mismos. Estamos tratando de aislar el gen que nos hace longevos. Creemos que se trata de una mutación muy poco común, aunque por ahora esto no te diga mucho. Tus hermanos, Lyra y Nagorno, están obsesionados con tener hijos que no envejezcan, aunque tú y yo no estamos de acuerdo con eso. Nosotros, a diferencia de ellos, sí que hemos tenido alguna vez hijos longevos(;) no muchos somos una rareza de la evolución, y esos hijos acabaron muriendo por sus propios errores(,) así que sabemos del dolor que acompaña a esas pérdidas. Ellos todavía no lo entienden así.


ORIGINAL: —No te confundas, son nuestra familia y daríamos un brazo por ellos, es solo que están equivocados. Los dos han pasado por sus propios traumas y aún tienen que reponerse. Entrarán en razón… algún día —dijo, con esa voz de quien trata de convencerse a sí mismo—. De momento, confían en tu cerebro, y tú en hacer cambiar de opinión a Lyra. Su última familia murió hace unos años en un accidente, y ella ya no quería volver a pasar por ese trance, de hecho, ni siquiera quería vivir. Estás ganando tiempo para convencerla y mientras, boicoteamos la investigación. Lo de tu hermano Nagorno… —suspiró—. Bueno, él es otra historia, siempre insisto en que me lo dejes a mí. Solo espero que me hagas caso.
SUGERIDO: —No te confundas(;) son nuestra familia y daríamos un brazo por ellos. Es solo que están equivocados. Los dos han pasado por sus propios traumas y aún tienen que reponerse. Entrarán en razón… algún día —dijo, con esa voz de quien trata de convencerse a sí mismo—. De momento, confían en tu cerebro, y tú en hacer cambiar de opinión a Lyra. Su última familia murió hace unos años en un accidente (eliminado) y ella ya no quería volver a pasar por ese trance. De hecho, ni siquiera quería vivir. Estás ganando tiempo para convencerla y(,) mientras, boicoteamos la investigación. Lo de tu hermano Nagorno… —suspiró—. Bueno, él es otra historia(;) siempre insisto en que me lo dejes a mí. Solo espero que me hagas caso.

Nota: En general podemos asimilar la información, pero está mal dosificada. Toda esa información familiar debería entregarse paulatinamente a lo largo de la novela. En un par de párrafos ya no nos acordamos de nada.


ORIGINAL: —Mi cerebro —repetí sin comprender. Me había quedado en ese punto de la conversación. El resto era una niebla espesa para mí.
SUGERIDO: —Mi cerebro —repetí(,) sin comprender. Me había quedado en ese punto de la conversación. El resto era una niebla espesa para mí.


ORIGINAL: —Lo sé, lo sé. Tu cabeza guarda demasiados datos, no dejas de adquirir nuevos conocimientos, y te dedicas a coleccionar carreras universitarias. Siempre te estoy advirtiendo del peligro que eso conlleva, pero tú no me haces caso. Estos últimos siglos los apagones te están sucediendo con más frecuencia, por eso intento que pasemos el mayor tiempo posible conviviendo como una familia normal. Es más difícil si estás solo y un error puede llevarte a la muerte, o a descubrir nuestra naturaleza delante del mundo. Tú tienes tus propios sistemas, crees manejarte bien solo. Siempre fuiste así, desde que formabas parte de tu primer clan, tan independiente y autosuficiente. Cuando vuelvas a Santander…
SUGERIDO: …—Lo sé, lo sé. Tu cabeza guarda demasiados datos, no dejas de adquirir nuevos conocimientos (eliminado) y te dedicas a coleccionar carreras universitarias… y siempre te estoy advirtiendo del peligro que eso conlleva, pero tú no me haces caso. Estos últimos siglos, los “apagones” en tu cabeza se están sucediendo con más frecuencia. Por eso intento que pasemos el mayor tiempo posible conviviendo como una familia normal. Es más difícil si estás solo y un error puede llevarte a la muerte, o a desvelar nuestra naturaleza al resto del mundo. Tú tienes tus propios sistemas, crees manejarte bien solo. Siempre fuiste así, desde que formabas parte de tu primer clan, tan independiente y autosuficiente. Cuando vuelvas a Santander…

Nota: No es lo mismo desvelar que descubrir.


ORIGINAL: El idioma es el inglés y la moneda, el dólar.
SUGERIDO: El idioma es el inglés y la moneda, el dólar.

Nota: El padre pone al día a su hijo sobre la actualidad y menciona el idioma y la moneda más influyentes. Aquí no hay corrección específica, sino que la frase debería decir algo así: el idioma más frecuente, y que puedes utilizar prácticamente donde quieras, es el inglés. La moneda predominante es el dólar. En principio, con ambas “herramientas” podrás sobrevivir adonde quiera que vayas.


ORIGINAL: —Mira, debería ir a buscarte por seguridad, pero supondrían casi veinticuatro horas de vuelo hasta que llegase. Voy a hablar con tu hermano y desde aquí vamos a adelantarte el billete. No es seguro que pases unos días allí solo, pero antes necesito que te reubiques, suenas demasiado anacrónico. Quiero que busques un aparato llamado televisión, es como un gran cuadro oscuro sin imagen. Puede que esté clavado en la pared o sobre un mueble.
SUGERIDO: —¿Sabes? debería ir a buscarte por tu seguridad, pero eso supondría casi veinticuatro horas de vuelo. Voy a hablar con tu hermano y(,) desde aquí(,) vamos a comprarte un billete. Mientras, puede que pases unos días ahí, solo, y necesito que te reubiques(;) suenas demasiado anacrónico. Quiero que busques un aparato que parece un gran cuadro oscuro, pero sin pintar. Se llama televisión. Puede que esté sobre un mueble, o clavado en la pared.


ORIGINAL: —No, debes pulsar el mando, cuanto antes te hagas con la jerga de este siglo, mejor. El mando es un aparato similar al móvil desde el que te estoy hablando.
SUGERIDO: —No, debes pulsar el mando a distancia(;) cuanto antes te hagas con la jerga de este siglo, mejor. El mando a distancia es un aparato similar al aparato desde el que te estoy hablando, que, por cierto, se llama teléfono móvil.

Nota: la corrección de mando a distancia o el añadido de teléfono móvil son puntuaciones necesarias para acentuar que se está introduciendo al personaje en el mundo actual.


ORIGINAL: —No va a ser necesario. Llama al servicio de habitaciones, ahora te explico cómo, y pide que te suban lo mismo que ayer. Pero antes ponte la ropa que encuentres. Apuesto a que estás todavía desnudo. Tú y tu manía de ponerte en cueros en cuanto estás solo.
SUGERIDO: —No va a ser necesario. Llama al servicio de habitaciones y pide que te suban lo mismo que ayer; enseguida te explico cómo. Pero(,) antes(,) ponte la ropa que encuentres. Apuesto a que todavía estás desnudo(;) tú y tu manía de ponerte en cueros en cuanto estás solo.


ORIGINAL: Entonces escuché el golpeteo rítmico de unos nudillos en la puerta. Creí que sería alguno de los sirvientes del hotel, así que cuando el joven pulcramente vestido al que abrí la puerta me saludó, repetí la comanda del día anterior:
SUGERIDO: Entonces escuché el golpeteo rítmico de unos nudillos en la puerta. Creí que sería uno de los sirvientes del hotel, así que(,) cuando el joven pulcramente vestido al que abrí la puerta me saludó, repetí la comanda del día anterior:


FIN DEL EXAMEN


Conclusión:

En fin, el prólogo aún no ha terminado, pero ya doy por bueno el examen. Sólo quería recalcar algunas mejoras de estilo muy lógicas.

Estoy seguro de que el libro es muy entretenido, pero se puede pulir mucho. Es una lástima no haber debatido antes estas sugerencias con la autora.

Sin embargo, mi examen no termina aquí. Aquí no sólo trabajamos el texto en sí, sino la transmisión efectiva o adecuada de ideas, las carencias argumentales y el estilo, entre otras cosas quizá no tan palpables a simple vista. Y hablo no sólo de las cosas que están, sino de las que se echan en falta. La historia relata a un longevo que despierta con amnesia y no identifica el mundo actual. Su padre le hace una llamada y lo trata de orientar, mientras el muchacho se enfrenta a las singularidades de nuestro ahora.

A mi forma de ver, los “objetos prodigiosos” de nuestra vida cotidiana no están debidamente introducidos. Entre otros detalles, también el personaje se asoma al balcón del hotel y ve una panorámica de la ciudad, pero nada más. No hay impresiones sobre la cuadratura y tamaño de los edificios, ni del asombro acerca de las carreteras, ni de los autos o del ruido urbano. Todo queda en el tintero, habida cuenta de que se nos sugiere que el personaje se haya situado mucho, pero mucho tiempo atrás, porque se refiere al balcón como una atalaya; una exageración o desmedida medievalización del personaje, pues los balcones existen, como tales, desde la antigüedad.

Del otro lado, su padre al teléfono se explaya demasiado en detalles de la trama, más como si estuviera hablando a los lectores para poner al día de la historia que para poner a su hijo a salvo de los peligros del mundo actual. Y es muy frío, tanto como para hablar con indiferencia de los muchos nietos que ha perdido. Eso tendría sentido si la personalidad de los longevos fuese muy, pero muy especial al respecto de su apreciación de la vida. De todos modos, se expresa como un españolito, con un vocabulario muy informal (eso también habría que explicarlo, porque no parece una persona que haya vivido milenios). En general, siguiendo esa tendencia el estilo de la novela parece que es un poco “chabacano” (recordemos el uso de tina, por ejemplo, para referirnos a una bañera).

La escena literaria continua cuando el hermano del protagonista hace acto de presencia en la habitación de hotel. El gesto de éste de picarle el ojo a su hermano quiere expresar que se trata de un personaje burlesco, pero está fuera de lugar en los actos que se relatan y en la conversación, muy forzado. Tampoco se explica contundentemente para qué entra en la habitación, o que lo hace “por el hueco que el personaje principal deja entre su propio cuerpo y la puerta”, algo que podría expresarse mucho mejor. Sin embargo, lo peor es que el personaje principal tiene con este nuevo sujeto un flash intuitivo y, de alguna manera, sabe que lo odia, que es un tipo de muy mala calaña… y aquí el fallo viene de cuando, al recordar, este sujeto recién aparecido le provoca una arcada. Es decir, al personaje principal le dieron ganas literales de vomitar al volver a ver a su muy odiado hermano. Y es que, literariamente hablando, incluso con el sentido común de la mano, una arcada (o ganas de vomitar) está provocada por los sentidos, y no por los sentimientos. En el lenguaje metafórico, cuando no soportamos a alguien decimos que nos da ganas de vomitar, pero eso no quiere decir que tengamos arcadas.

Por último, y para acabar en positivo (aunque yo creo que todo en este post es positivo si, al cabo, terminamos aprendiendo algo), no puedo más que dejar constancia de un aspecto que quizá no sea literario, pero que sí es parte del producto: menuda portada. Parece todo un producto planeta. De hecho, hasta que no decidí meterle mano e investigarla, a razón de esa portada esta novela siempre me sonó a producto editorial en toda regla. Consta que la autora contrató una maquetación, pero que ella se implicó del todo en su cariz. Enhorabuena por tan buen gusto.